Los seres humanos somos los únicos homínidos capaces de posicionar los pies por debajo de todo el centro de gravedad del cuerpo, permitiéndole realizar una marcha más suave y eficiente, a través de movimientos regulares y repetitivos, los cuales dependen de un centro de control neural complejo (1).
Durante la marcha bipodal el peso del cuerpo es soportado de forma alternante por las extremidades inferiores, y más que un reflejo innato, la marcha es un proceso aprendido, por lo que cada persona muestra características propias que son determinadas por factores como la talla, el peso, sexo, longitud de las extremidades, simetría, integridad neurológica y capacidad muscular(1).
La posición erecta y la marcha son actividades complejas que requieren de la integridad del sistema musculoesquelético y del sistema nervioso. Normalmente la distribución del peso corporal se debe repartir de forma equitativa en ambas extremidades inferiores, y sobre cada una de las superficies plantares, 40% en el antepie y 60% en el retropie (2). La locomoción se define como la traslación del centro de gravedad, a través de un camino, con el menor consumo de energía posible, minimizando la posibilidad de la pérdida del equilibrio (1), de lo contrario se traducirá en un desgaste excesivo. Lo anterior depende de la flexión y extensión de la cadera, aunado a la rotación e inclinación pélvica, flexión de la rodilla, interacciones entre rodilla-tobillo, y desplazamiento lateral de la pelvis (1).
La pérdida de alguno, pero sobre todo de 2 de los componentes se traducirá en un exceso en el consumo de energía, con el subsecuente desgaste.
La secuencia de eventos necesaria para iniciar la ambulación se resumen en lo siguiente: registro y activación del comando de la marcha por el sistema nervioso central; transmisión de las señales de la marcha al sistema nervioso periférico, contracción de los músculos que provocan tensión; generación de las fuerzas y momentos a través de las articulaciones sinoviales; regulación de las fuerzas y momentos articulares por los segmentos esqueléticos rígidos basados en la antropometría; movimiento de los segmentos de una forma reconocida como la marcha funcional (1).
La biomecánica de la marcha es cada vez más importante entre distintas disciplinas como la ortopedia, fisioterapia, rehabilitación, neurología, incluso en la salud vascular.
Permite analizar la distribución de las presiones plantares a través de una plataforma de registro electrónico con múltiples sensores, para conocer las presiones que se ejercen en cada uno de los puntos de la superficie plantar, tanto en forma estática como dinámica, la superficie de carga, así como la línea que se forma desde el centro de gravedad o de empuje corporal.